En Hipona, cuatro años después, en el año 395, fue consagrado obispo.
En esa ciudad de la costa africana, a pesar de resistirse, fue ordenado presbítero en el año 391 y comenzó con algunos compañeros la vida monástica en la que pensaba desde hacía bastante tiempo, repartiendo su tiempo entre la oración, el estudio y la predicación.
Detente, cierzo muerto; ven, astro, que recuerdas los amores, aspira por mi huerto, y corran tus olores, y pacerá el Amado entre las flores.
Aunque no estaban casados, ellos se guardaban mutua fidelidad.